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IRRESISTIBLE (Microrrelato)

 

Al salir de la habitación me di cuenta de que hoy también iba a ser un gran día. Me atusé las puntas del bigote y me dirigí hacia la planta baja del hotel, con idea de agenciarme un buen desayuno.

Dos chicas que venían en dirección contraria se desmayaron nada más verme. Es habitual. Estoy acostumbrado a que mi buena planta cause estos efectos en las damas y, por qué negarlo, incluso en algunos caballeros. Soy lo que se dice un tipo irresistible, un fenómeno que mueve masas. Alguien importante. Es verme y los de la limpieza dejan de conversar, se cuadran y agarran las escobas. La cocina entra en una actividad frenética cuando aparezco, el chef se pone a dar órdenes a viva voz y los pinches manejan las sartenes y las tarteras con una soltura que casi se diría que vuelan a mi alrededor.

Entré en el comedor y me acerqué al bufet.  Grititos, desmayos, los flashes de los teléfonos móviles… Es el precio de la fama, supongo.

—¡Que alguien lo despache! —chilló una mujer, subiéndose a una silla para que la escucharan mejor.

Qué exageración, por Dios.

—No se moleste —le contesté— Si ya me sirvo yo… 




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